Cuando el cáncer tocó a mi puerta

“Presenta un tumor maligno en su seno derecho”.  El diagnóstico bateó mi cuerpo sin vacilación. Me costaba respirar hondo, mis piernas se fatigaron y el resto de mi cuerpo sintió una agonizante  tensión. No pude resistirme a sentir, de manera que me recosté contra una pared e instantáneamente mis ojos se ahogaron en lágrimas.

Mi mamá fue una mujer sana hasta ese día. Después de la noticia, los males del cáncer empezaron a aquejarla. Su seno derecho dolía más que de costumbre, presentaba frecuentes dolores de cabeza y también se quejaba por un apocalíptico dolor en los huesos.

A sus padecimientos se sumó un bajo estado de ánimo. Se sumergió por semanas en una lóbrega depresión. Se nubló la alegría que la caracterizaba; en su rostro solo había lágrimas y expresiones de tristeza. Podía percibir en sus gestos un desbocado sentimiento de impotencia. Esa mujer que veía ahora,  sufrida e irascible, no se parecía a mi mamá.

Con la enfermedad también cambiaron sus hábitos. Reemplazó las tardes de visitas por la soledad de un cuarto. También dejó de encontrarle sentido a beber café y sentarse  a despedir la tarde desde el mirador de nuestra casa.

Los días parecían repetirse uno tras otro, siempre iguales. Tácitos, pausados, sin gracia.

manos corregidas

Fue entonces cuando la zozobra del cáncer de seno, que ha aumentado su incidencia en el país un 34%, empezó a hacer mella en la vida de todos los que la rodeaban.

Las personas más cercanas comenzaron a enviarle recetas caseras. Todas con testimonios de sus poderes curativos. Mientras que mis hermanos y yo solo nos dedicábamos a buscar en internet las definiciones de todas esas palabras extrañas que tiene esta silenciosa enfermedad.

Antes de iniciar cualquier tratamiento, debió someterse a varios exámenes de rutina para descartar una posible metástasis en otro órgano de su cuerpo. Cuanto recuerdo aquellos días, donde todo era de infinita incertidumbre…

Mis hermanos recargaron sobre mis hombros la espinosa responsabilidad de acompañarla a cada uno de sus análisis.Yo me opuse desde un principio. Me creía la menos apropiada, la más vulnerable y llorona, pero no me quedaba otra opción: tenía que sacar fuerzas de donde no tuviera y apoyarla.

bufandas corregidas final

Los resultados de todos los exámenes fueron satisfactorios. Ahora el viacrucis de su enfermedad iniciaba con la primera quimioterapia. Por las características de su tumor, el oncólogo le había recomendado someterse a todo el tratamiento multimodal. El cual consistía en quimioterapia, cirugía y radioterapia.

A mi mamá le advirtieron que a los 20 días de la primera quimioterapia ya no tendría en su cabeza ningún rastro de cabello. La predicción se cumplió al mes del tratamiento.

pelucas corregida

Nunca visitó a un peluquero ni se rasuró. Dejó que el medicamento actuara en cada parte de su cuerpo sin lamentarse. Aceptó su nuevo aspecto físico viéndose de seguido al espejo, probándose pañoletas y pelucas.

Tiempo después,volvió a maquillarse y a preocupase por su apariencia. Su risa recuperó fuerza y nuevamente le emocionaba salir con algunos conocidos.

Comprendió que la recuperación no solo dependía de los fármacos recetados, también de un equilibrio emocional que solo se adquiere cuando atravesamos pruebas donde está en riesgo nuestra supervivencia.

Mi mamá fue diagnostica con cáncer de seno en octubre del año pasado. Inició su primera quimioterapia una semana después de conocerse el dictamen médico. Gracias a u sus constantes chequeos, su enfermedad fue detectada a tiempo. Por eso, es importante realizarse el autoexámen de seno mes a mes, para evitar ser sorprendidas por una enfermedad que afecta a cerca de 7.000 mujeres al año en Colombia. 


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